domingo, 4 de agosto de 2013

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ.

 

              Un gran marajá indio no era feliz. Sin embargo, tenía todo lo que un mortal puede desear: un palacio lujoso, riquezas en abundancia, esclavos a su disposición, distracciones renovadas incesantemente, mujeres que cambiaba varias veces por semana. A pesar de eso, no era feliz. Un día, fue en busca de su gran visir, y le preguntó qué debía hacer para ser feliz.

             -Nadie es feliz, le respondió el hombre.

             Insatisfecho, el marajá planteaba su problema a todos los que encontraba. Un sabio aceptó comprometerse y le dio su receta de la felicidad: "Tenéis que poneros la camisa de un hombre feliz, y llegaréis a serlo".

             Inmediatamente, el marajá envía a sus embajadores por toeo su reino con la misión de encontrar al hombre feliz y llevarse su camisa.

             Los enviados partieron hacia los cuatro puntos cardinales del reino e interrogaron a las gentes. Por todas partes la misma respuesta: No, no soy feliz...

            -No tengo más que un pedazo de tierra y no puedo alimentar a mi familia.

             -No estoy bien en mi pellejo; no estoy de acuerdo conmigo mismo.
             -Estoy terriblemente fastidiado, etc.

             Ricos y pobres, hombres y mujeres, adultos y niños, nadie era feliz.

             Los legados estaban a punto de desesperarse cuando, un día, uno de ellos descubrió, en el fondo de un macizo montañoso, una cueva en la que vivían unos "yoguis". Habían abandonado el mundo para dedicarse a las realidades divinas. No poseían nada y se alimentaban con un grano de arroz por día. Al primero a quien se acercó, el enviado le hizo la pregunta:

             -¿Eres feliz?

             -¿Yo? Completamente feliz, contestó.

             -Entonces, dame tu camisa al momento.

             Unos instantes el sabio fijó sobre el rostro del interlocutor su mirada profunda y transparente. Después dijo, con un gesto que indicaba una evidencia:

            -Muy gustoso te daría mi camisa. Pero ya hace tiempo que no la tengo...

Pierre Babin.


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