viernes, 8 de noviembre de 2013

LOS MONOS FRIOLEROS.

Se cuenta que en una noche de invierno, algunos monos particularmente desanimados y muertos de frío, descubrieron una luciérnaga que sobrevivió quién sabe cómo a su estación.
Mirando atentamente al insecto, creyeron que era fuego, de modo que lo cogieron con cuidado, lo taparon con hierba seca y con hojas, después extendieron sobre él los brazos, echaron hacia fuera los costados y el pecho, se frotaron, imaginándose que se calentaban.
De manera particular un mono, con más frío que los otros, soplaba repetidamente y con gran atención sobre la luciérnaga.

Entonces un pájaro desde un árbol voló hacia abajo y le dijo al mono:
Querido señor, no te molestes tanto. Esto no es fuego: es solamente una luciérnaga.
Pero el mono no hizo caso de la advertencia, y continuó soplando, aún cuando el pájaro intentó repetidamente detenerlo.

Finalmente, como el importuno consejero se le acercó reprendiéndolo más y gritándole su amonestación en la oreja, el mono, montando en cólera, lo agarró y lo tiró contra una piedra rompiéndole la cabeza y el consejo que estaba dentro.
Después volvió a calentarse a la luz de la luciérnaga, olvidándose de unirse a la manada de sus compañeros que buscaban otro lugar para resguardarse del frío.
Al amanecer estaba muerto, congelado, sobre la pequeña luz ahora también apagada.
De los cuentos del Panchatandra

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