viernes, 7 de febrero de 2014

EL JOVEN Y LA ESTRELLA.

Cinco perros cantaron una canción: las estrellas están demasiado lejos para no enamorarse con el tentador amor del humano. Por más que las quieras no dejarán de ser para ti un pedazo de materia brillando en el frío y oscuro universo. Las estrellas nada quieren saber de ti, solo brillan en nuestras oscuras noches. Cuidado joven, que no vallan a brillar en tu corazón.


Pobre Juan, se pasaba todas las noches caminando bajo la luz de ella. Sentía que existía, que era real. En el pueblo lo consideraban como un loco, pero la vieja de la santería le había dado esperanzas aquella vez. "En el centro de la galaxia se encuentra la estrella mayor, si logras hablar con él, te concederá un solo deseo". ¿Pero cómo lograría semejante cosa?

Ese lunes nadie vio a Juan, los días pasaron y todo seguía igual. Como creían que estaba loco no echaron de menos su ausencia. Luego de unas semanas se lo vio por Marruecos. Otros diez días pasaron y apareció por el Cairo. Luego de tres días todo era una locura, alguien llamó a la policía diciendo que un loco quería suicidarse tirándose de la punta de la pirámide más alta. Pronto se dieron cuenta que ese no era el problema, sino que hacía más de tres días que estaba allí inmóvil, estático como si esperase algo.

Ya era la tercera noche, al día siguiente subirían para bajarlo y tal vez mandarlo al manicomio. Pero una luz se encendió en el cielo, una línea de fuego cruzaba el vasto espacio negro de la noche. Una puntita pequeña y luminosa cayó justo al lado de Juan. Casi se le para el corazón, lo que el adivino de Marruecos le había dicho era verdad, dentro de tres días caería una estrella fugaz en la punta de la pirámide más alta.

Nadie lo volvió a ver, seguramente bajó de allí en la noche. No pasaron muchos días cuando se lo volvió a ver en la cumbre del Everest, los monjes estaban preocupados por él. Subió al techo del mundo con poco equipo para el frío. Ya por internet corrían noticias de un loco que aparecía en lugares insólitos. Pero a Juan no le importaba, ya casi era media noche y el centro de la galaxia estaba sobre su cabeza. Con las pocas fuerzas que le quedaban dado al escaso oxígeno y a las bajas temperaturas levantó sus brazos con la piedra entre sus manos y pidió su gran deseo. "Por siete días la estrella del sur humana sería para ver si de él se enamoraría. Y si fuera necesario mitad humano y estrella sería y donde ella quisiese viviría" .

La gran estrella concedió su pedido y la gran estrella del sur descendió del cielo hasta donde Juan se encontraba. Lentamente bajaron de la cumbre mientras él la miraba totalmente perplejo. Tenía a su estrella, pero tan solo por siete días para enamorarla. Ella permanecía en silencio. No fue sinó hasta el amanecer que habló.

¡Acaso estás loco! ¿Quién eres para venir a pedirle semejante cosa a la gran estrella? Eso Fué lo primero que ella dijo. ¿Cómo te llamas?, fue todo lo que el pobre Juan pudo decir. Pero jamás obtuvo una repuesta. Durante siete días la llevó de aquí para allá mostrándole los lugares más hermosos de la tierra. Le dió a probar los más ricos manjares y le llenó de las cosas más hermosas que pudiesen existir. Todos miraban maravillados a esa mujer, era totalmente bella. Luego de agotar todo tipo de recursos sin resultado alguno Juan le preguntó ¿Qué puedo hacer por ti?.

Por primera vez sintió la mano de ella sobre su mano. En un abrir y cerrar de ojos se encontraba en la inmensidad del universo. Tanto él como ella eran estrellas, Juan no tenía palabras para hablar. Solo oído para oír lo que ella le dijo: "Este es el lugar en donde quiero estar".

El séptimo día llegó y en la cumbre del Everest devolvió a su amor. Ella se fue y en lo alto del firmamento volvió a brillar. Los días pasaron, nadie volvió a ver a Juan. Todos creían había muerto por lo roto que estaba su corazón. Lo que nadie notaba era esa estrellita allá a los lejos, brillando suavemente sobre ellos.

Ese lugar no era tan malo, era excelente, ahora entendía por que ella lo había rechazado. Ser estrella era algo maravilloso, en ese lugar el tiempo parece detenerse. Pero su corazón era de humano, y éste necesitaba amar. Los días pasaron y todo parecía normalmente olvidado, pero allá, en aquella casita Argentina, alguien lo miraba. Se había enterado de su gran amor, un turista turco se lo había contado. Cada noche lo miraba y se preguntaba qué haría el allá arriba.

Juan se aburrió de estar solo y bajó a la tierra para rodearse de vida. Da la casualidad o no que descendió en aquella ciudad de Paraná de aquel país de América del Sur. Mientras paseaba por la costanera viendo el río sus ojos vieron algo más hermoso que la estrella del sur. Ahora Paraná tenía un loco que había conseguido trabajo y vivienda en ese lugar, dejando el firmamento para conocer a esa joven que lo había enamorado.

Ya era de noche, el restaurant estaba cerrando sus puertas. Una de las camareras se le arrimó para informarle que ya cerraban el lugar. Pero este no le respondía, ella intentó deducir el por qué y noto que el miraba fijamente hacia un lugar en el cielo.

-En ese lugar hasta hace poco había una pequeña estrella... Esas palabras de ellas lo despertaron de se meditación.-Como dices? le contestó Juan.

-Desapareció hace poco, no logro verla. Todas las noches la miraba pues da justo a mi ventana.

-¿Y por qué crees que ya no está? Le preguntó tímidamente Juan al darse cuenta que era la joven de la cual estaba enamorado.

-No se, no soy astrónoma. Tal vez me estoy quedando un poco corta de vista.

-No es eso -sus palabras tartamudeaban ahora en su boca- tal vez descendió a buscar a su amor.

-Eso si que es imaginación- contestó riéndose la camarera.

-¿Te puedo contar una historia?-Si me dice que si, pensó Juan, ella será.

-Bueno, en diez minutos salgo y me la cuentas. ¿Te parece?

-Si.

Dicen en el Pueblo que cada tanto lo ven a Juan acompañado con una bella mujer a su lado cada tanto. Mientras tanto los astrónomos descubrieron dos estrellas a las cuales le apodaron "Estrellas fantasmas" dado a que cada tanto aparecen y desaparecen. Ni siquiera en la ciudad de Paraná todo es igual. Dicen algunos que sus deseos se han cumplido y que sienten una presencia nueva en la ciudad, alguien que los protege y los mira no siempre desde arriba, sinó de cerca; al lado de ellos mientras pasea con su gran amor por la ribera del Paraná al atardecer.

Carlos Alberto Tirado

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