viernes, 7 de febrero de 2014

LA PERLA (2).

Es realmente hermosa, más de lo que había soñado” Lentamente la envolvió en un pañuelo y la guardó en uno de sus bolsillos más seguros. Rápidamente se subió a su coche y se dirigió a su casa. Lo que era un camino corto de dos kilómetros pareció una eternidad. Ansioso entró en su casa y cuando se aseguró de que nadie lo podía ver, la sacó de su bolsillo. Ahí estaba, brillante y hermosa, tal como la había encontrado en el mar. “Su belleza hace que sea imposible ponerle valor”. Su cara resplandecía de la alegría que tenía. Era difícil decidirse en dónde dejarla, y por el momento la puso en una cajita de cristal con la tapita abierta en su mesita de luz para verla todos los días. Los días fueron pasando, al principio su tema principal era qué iba a hacer con la perla, pero de apoco se fue acostumbrando a dejarla en ese lugar. La perla, viéndose abandonada empezó a brillar aún más para llamarle la atención pero no había caso. El ya no le daba la importancia de antes, hasta se olvidó de que era un objeto de alto valor. El polvo de a poco la empezó a cubrir, quedando abandonada en esa mesa de luz.

Había un joven al cual no se le había pasado inadvertido el brillo de la perla. Se había ocupado bien de investigar qué era el brillo ese que veía a menudo. El dueño sin darle mucha importancia le dijo que era una perla que había encontrado en el mar pero que se había deteriorado y perdido su valor. El joven, casi sin creer lo que escuchaba le ofreció comprarla. “Tal vez tenga suerte” pensó. El Dueño sin pensarlo dos veces se la vendió a un precio muy bajo. “Mira joven, no vale nada, pero si la quieres…” Y así se cerró la venta. No había pasado un mes cuando la ciudad se vio conmocionada. Había una nueva y novedosa joyería en la ciudad. Este joven, enamorado y movido por la belleza de esta perla decidió sacar un crédito en el banco y poner una joyería importante. En medio del salón, bien a la vista de todos se encontraba la perla, hermosa, brillante, romántica e inspiradora de todos los clientes que venían a comprar.“¿Cómo pudo pasar?, creí que había perdido valor…” Era lo que el dueño anterior se reprochaba cada vez que pasaba por esa joyería y podía ver, a la perla, bien a la vista adornando al resto de las piedras preciosas.

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