martes, 24 de junio de 2014

La balanza de plata

Hace muchos años, mi madre me contó una historia que más parece una fantasía.
Esa historia comienza así:
En la esquina de mi calle hay una tienda de telas, que está cerrada desde hace tiempo.
Un día , un grupo de niños, entraron en la tienda y encontraron una balanza de plata, escondida tras un mostrador.
La balanza tenía un gran adorno en el centro, que era algo misterioso.
Pronto descubrieron que no era una balanza normal.
No pesaba manzanas, tomates, carne o pescado. Lo realmente asombroso era que podía pesar las buenas o malas obras que las personas hacían.
Los niños se dieron cuenta de esto, cuando uno de ellos, decidió tocar el centro de ella. De repente la balanza se iluminó.
El niño se mareó y cayó al suelo.
Uno de los lados de la balanza se inclinó y comenzaron a salir de él, estrellas, muchas estrellas. Aparecieron ante ellos todas las buenas obras realizadas por el niño. Había sido bondadoso y comprensivo con los demás.
Al rato, el niño se levantó y comenzó a recuperarse.
Otro niño, quiso intentarlo también. Puso su mano sobre el centro de la balanza de nuevo y ésta volvió a iluminarse.
Esta vez, no salieron estrellas, sino espadas. Este niño no había sido tan generoso como el otro, era un niño egoísta aunque, como era un niño, todavía podía aprender a compartir.
La balanza, les enseñaba lo bueno o malo que tenían en sus vidas y que podrían mejorar.
Así pasaron los años. Los niños seguían consultando a la balanza siempre que tenían dudas sobre cómo debían actuar o pensar.
Pero un día, la balanza dejó de iluminarse y los niños se hallaban un poco desorientados y tristes.
¿Quién les guiaría a partir de ahora?.
¿Por qué les había abandonado?.
La balanza se iluminó por última vez, y les explicó por qué ya no podía ayudarles más.
¡Ahora, debéis pensar por vosotros mismos!.
¡Ya sois grandes y lo suficientemente inteligentes para hacerlo!.
¡Os deseo mucha suerte!. Al decir esto la balanza se apagó.
Al principio, los niños estaban muy apenados, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta que era lo mejor para ellos.
Aprendieron a ser responsables por si mismos, pero nunca olvidaron los buenos consejos de la sabia balanza.
Por todo ello, siempre la recordaron como la balanza de la sabiduría.

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