jueves, 16 de octubre de 2014

EL GIGANTE COME NUBES.

Cuento sobre la amistadSopo era un gigante enorme, el más grande que haya habido nunca. Podía beberse un río hasta dejarlo seco, o tomar como ensalada todo un bosque. Y sin duda, su golosina preferida eran las nubes del cielo, frescas y esponjosas, de las que llegaba a comerse tantas que casi siempre acababa empachado, con tales dolores de barriga que terminaba por llorar, provocando entonces grandes riadas e inundaciones.
Sopo vivía tranquilo y a su aire, sin miedo de nada ni nadie, yendo y viniendo por donde quería. Pero a pesar de eso no era feliz: no tenía ni un solo amigo. Y es que cada vez que el gigante visitaba un país, todo eran problemas: con las nubes que comía Sopo desaparecían las lluvias para los campos, y con sus empachos y sus llantos todo se inundaba, por no hablar de todos los bosques y granjas que llegaba a vaciar... En fin, que al verle todos huían aterrados, y nunca consiguió Sopo compartir un ratito con nadie.
Una noche, al verle llorar, varias estrellas se acercaron para preguntarle la razón de su tristeza. Al escuchar su historia, comentaron:
- Pobre gigante. No sabe buscar amigos. Pues la Tierra es el planeta más especial que existe, y está lleno de amigos de todas las clases.
- Pero, ¿dónde se pueden buscar amigos? ¿cómo se hace eso? - replicó el gigante.
- Echándoles una mano o haciendo cualquier cosa por ellos. Eso es lo que hacen los amigos, ¿es que no lo sabes? - repondieron divertidas.
- Vaya- suspiró Sopo- pues no se me ocurre nada ¿Vosotras qué hicisteis para conseguir amigos?
- Aprendimos a mostrar el camino en la noche y servimos de guía a muchos navegantes. Son unos amigos estupendos, que nos cuentan historias y nos hacen compañía cada noche.
Así, el gigante y las estrellas siguieron charlando un rato, y durante los días siguientes Sopo no pensó en otra cosa que no fuera en encontrar una forma de buscar amigos. Pero no veía el modo de conseguirlo. Algunos días después, fue a pedirle ayuda a la Luna. Ésta, vieja y sabia, le respondió:
- No sabrás cómo hacer algo por alguien hasta que lo conozcas bien ¿Qué sabes de esos que quieres que sean tus amigos?
Sopo se quedó pensativo, porque realmente apenas sabía nada de los hombres. Eran tan pequeños que nunca se había preocupado.
Entonces se propuso averiguarlo todo, y dedicó largos días a observar las diminutas vidas de la gente. Y así fue como descubrió por qué todos huían al verle, y se enteró de las sequías que causaban sus comilonas de nubes, y de las inundaciones que provocaban sus llantos, y de mil cosas más que lo llenaron de pena y alegría.
Aquella noche, el gigante corrió a saludar a las estrellas.
- Ya sé cómo buscaré amigos... ¡¡comiendo y llorando!!
Y así fue. Desde aquel día Sopo vigilaba los cielos para, allí donde se preparaban enormes tormentas, darse un buen atracón de nubes; y luego marchaba a llorar un rato allá donde veía que faltaba el agua. En muy poco tiempo, Sopo pasó de ser lo peor que podia ocurrirle a un país, a convertirse en una bendición para todo el mundo, y ya nunca faltó un buen amigo que quisiera dedicarle un ratito, escucharle o hacerle un favor.

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