Un samurai tenía en su casa un ratón del que
no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y
valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de el. Entonces el samurai
tomo otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de el y no daba señales
de vida mas que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino presto
entonces al samurai su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el
tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurai encogió los hombros, pero
el monje insistió para que lo dejara en su casa. El gato se pasa el día
durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a
pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente,
de un solo zarpazo, el gato lo atrapo y lo mató. ¡Poder del cuerpo, habilidad
de la técnica no son nada sin la vigilancia del espíritu!
Los Evangelistas nos hablaron de un Jesús que usaba las parábolas para explicarnos la realidad del Reino de Dios. Espero que estos cuentos os puedan conducir al mismo destino.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
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