sábado, 31 de mayo de 2014

El niño y el ánima.

             Cuentan que había una joven llamada Benita Ramona, que vivía con sus padres y su sobrino pequeño, al que ella cuidaba.

              Un día que su padre se encontraba en el monte con el ganado le dijo a su madre, que estaba preparando la cena:

              -Madre, ¿quieres que me acerque al monte a ayudar a padre? Así podremos cenar antes.

               A la madre le pareció buena idea y mientras el joven se preparaba para salir de casa, su sobrino se le agarró a las faldas y lloró hasta que le dejó acompañarla. Anduvieron un buen rato buscando al padre hasta que lo encontraron en una colina junto a sus vacas. La joven gritó:

              -Padre, ¿subo a ayudarle y así acabamos antes?

              -No hija, muchas gracias, ve bajando que enseguida voy.

               Benita le hizo caso y emprendió el camino de vuelta con el pequeño. Ya era casi de noche y había una espesa niebla cuando atravesaron el puente de la entrada del pueblo. De pronto, una figura blanca que cortaba la niebla se interpuso en su camino. Benita, muy asustada, cogió una piedra para lanzársela, pero el niño la detuvo, diciéndole:

               -¡No le hagas daño, que es un alma del purgatorio!

                De repente, la figura desapareció y Benita agarró al pequeño y corrió hasta llegar a su casa. Le contó a su madre lo ocurrido y no descansó hasta que oyó como llegaba el ganado. Todos salieron al encuentro del padre, pero no lo encontraron por ningún sitio. Estuvieron buscándole durante toda la noche con la ayuda de los vecinos y no encontraron ni rastro del hombre. Cuando se hizo de día, llegó un pastor con la mala noticia: el padre se había despeñado durante la noche. Benita sintió que el corazón se le encogía cuando el pastor aseguró que el accidente debía haberse producido hacia las ocho de la tarde, todavía con un poco de luz. Fue justo a la misma hora en que ella y el niño vieron la sombra en el puente.

                  Benita Ramona no podía dejar de atormentarse pensando en lo que habría sucedido si hubiera lanzado la piedra contra el alma de su padre, por lo que desde entonces, cada vez que contaba la historia, acababa diciendo:

                -¡Ah, si no hubiera sido por el niño....