martes, 26 de mayo de 2015

EL ASNO DE GUIZHOU



Nunca jamás se había visto un asno en Guizhou, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.
         Un tigre, al ver a esta extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Escondido en el bosque empezó a observarlo, después se aventuró fuera, permaneciendo sin embargo a una distancia prudente. Un día el asno rebuznó largamente; el tigre, espantado, echó a correr con todas sus fuerzas. Pero volvió para dar una ojeada y pensó que esa divinidad no debía ser muy terrible, después de todo. Habiéndose acostumbrado al rebuzno del asno, fue acercándose a él, sin arriesgarse, sin embargo, todavía al ataque.
         Cuando ya creyó conocerlo a fondo, empezó a tomarse ciertas libertades, rozándolo, empujándolo, molestándolo, hasta que el asno ya rabioso, le dio una patada. «Entonces es esto todo lo que sabe hacer» - se dijo el tigre. Y dando un salto sobre el asno lo despedazó y lo devoró.
         - ¡Pobre asno! Por su porte parecía poderoso, por sus rebuznos parecía temible. Si él no hubiera mostrado todos sus talentos, el tigre feroz no se hubiera atrevido nunca a atacarlo. Pero con su patada, el asno firmó su propia sentencia de muerte.

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