miércoles, 25 de mayo de 2016

¿CÓMO PODÉIS SABER...?

           
             En una aldea china vivía un labrador con su hijo. Eran humildes y, aparte de la tierra, su única posesión era un caballo. Un mal día, el animal se escapó y dejó al hombre sin fuerza motriz para arar la tierra. Cuando sus vecinos acudieron a consolarle, él les agradeció la visita y preguntó:

           -¿Cómo podéis saber que ha sido una desgracia?

           Todos se extrañaron de ese comentario y, al marcharse, comentaban en voz baja:

           -No quiere aceptar la realidad. Dejemos que piense lo que quiera, con tal de que no se entristezca.

            Una semana más tarde, el caballo retornó al establo, pero no venía solo: traía una hermosa yegua como compañía.

            Al enterarse, todos entendieron la reacción del labrador. Fueron a visitarle y le felicitaron por su suerte:

            -Antes tenías un solo caballo. Ahora tienes dos. ¡Enhorabuena!

            -Muchas gracias por vuestras palabras -respondió el labrador-. Pero ¿cómo podéis saber que es una bendición?

             Esta vez pensaron que se había vuelto loco:

             -¿Será posible que no entienda que Dios le ha enviado un regalo?

             Poco después, el hijo del labrador decidió domesticar a la yegua, pero el animal saltó de una manera inesperada y golpeó al muchacho rompiéndole una pierna.

             Los vecinos fueron de nuevo a ver al labrador. El alcalde, solemne, declaró que todos estaban muy tristes por lo sucedido.

            El hombre agradeció el cariño, pero preguntó:

            -¿Cómo podéis saber si lo ocurrido ha sido una desgracia?

             Todos se quedaron estupefactos, pues nadie duda de que el accidente de un hijo es una tragedia. Al salir de la casa del labrador, se decían entre sí:

             -¡Este hombre está fatal! Su único hijo se puede quedar cojo y aún duda de que lo ocurrido sea una adversidad.

              Al cabo de unas semanas, Japón declaró la guerra a China y el ejército reclutó a todos los jóvenes para ir al frente. A todos menos al hijo del labrador, que tenía la pierna rota. Ninguno de los muchachos de la zona retornó vivo.

              Pasó el tiempo. Los dos animales tuvieron crías que riendieron buen dinero y, lo que es mejor, el hijo se recuperó. El labrador pasaba frecuentemente a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos, ya que ellos siempre se habían mostrado solidarios.

             Siempre que alguno se quejaba, el labrador decía:

             -¿Cómo sabes si esto es una desgracia?

             Y si alguien se alegraba mucho, él preguntaba:

             -¿Cómo sabes si esto es una bendición?

             Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene muchos significados.

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